Eran quinientos millones de jinetes cabalgando al alba
con jirones de colores apastelados
y llegando algunos al cruce de un camino cenagoso
y dejando sus grupas al poniente
enfilaron los rayos del sol en sus cabezas
y nunca desmayaron en su aguerrido intento
de llegar al nacimiento de la luz
de conocer los secretos del fanal incandescente
de experimentar sensaciones
de una proximidad incidente en el punto
donde las rosas irisan a blanco
donde los deseos se acrisolan
y se pueden guardar en tarros de esencia
para arrinconar para siempre la desidia
para suspirar por el futuro próximo
y volver de un viaje sin tiempo ni espacio
y descansar para siempre en el quicio
con los ojos cegados por lo mundano
y las sensaciones de haber experimentado
lo intangible, el deseo en su estado puro.
viernes, 2 de marzo de 2012
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