martes, 24 de febrero de 2015

Un trimestre

   Falta tres meses justos para que a estas horas haya nuevo Ayuntamiento. Habrá caras alegres, otras con la decepción dibujada en el rostro, pero nadie verá con indiferencia los resultados. Unos porque han ganado los suyos, otros porque han perdido los suyos, otros porque han ganado aquellos y los más porque han perdido estos. Y comenzará la hora de la negociación, o no, depende de si hay mayoría absoluta.
   Para que no haya esta mayoría, es por lo que apuestan los pequeños, para ser imprescindibles en la gobernación y para poder marcar el próximo cuatrienio con su tinta y su sello. Para agradecer a sus acólitos el mínimo esfuerzo que supone meter una papeleta en una urna y para devolver con creces el/los gesto/s.
   Para esta efeméride se presentan, salvo sorpresa de última hora, cinco partidos. Abandonan siglas dos de ellos que se vuelven a vestir con modelos de otro sastre, pero la percha es la misma. Otros pasan de discípulos a maestros, con lo que se demuestra que en política municipal, lo importante es el arquitecto, no los albañiles; el cardenal, que no los coadjutores.
   Y todo este guiso ha de cocerse en grandes alharacas, en costosas campañas (que luego se han de pagar), en programas ilegibles, en maquillajes de simpatía de última hora, en promesas incumplibles, pero que regalan los oídos. Van a ser tres meses simpáticos, de movimiento electoral. Tres meses que serán el último trimestre para quienes terminan la carrera, una carrera en la que han estudiado muchos años. Me gustaría que hubiera una tercera urna para que los votantes pusieran la nota de fin de curso a los que durante años, incluso décadas, han ocupado un sillón en el salón de Plenos. ¿Cuántas/os aprobarían?