Cuando se vela un cadáver con los más altos honores, la guardia que custodia el feretro porta las armas a la funerala, es decir, la boca del fusil hacia el suelo y la culata a la altura del hombro en señal de duelo. Y así fue en la capilla ardiente del expresidente Suárez.
Se ha despachado la prensa fiel a la monarquía, emparejando al primer presidente de nuestra democracia y al rey, llamándolos amiguitos del alma, parafraseando a Camps y al Bigotes. Pero Pilar Urbano el mismo día que se celebraba el funeral de estado, sacó a la calle su último libro.
No suelo copiar en mis entradas largos párrafos, pero en esta ocasión y para que conste en mi blog cuando lo lea dentro de unos años, voy a reproducir párrafos entresacados de "La gran desmemoria" que así se titula el libro de Pilar Urbano:
Las cosas entre Suárez y el Rey
comenzaron a torcerse en una reunión el 4 de enero de 1981 en Baqueira.
Seis días más tarde Don Juan Carlos apareció, en moto y
sin avisar, en La Moncloa, donde se armó una "gran gresca" porque le pidió a
Suárez que trasladase a Alfonso Armada de
Lérida a Madrid. "Es la bicha para Suárez: sabe que es el
hombre destinado a cortarle la cabeza", asegura.
El 22 de enero de 1981,
en La Zarzuela, volvió a repetirse una "esgrima de reproches" en la que el
presidente y el Rey se lanzaron duras acusaciones que acabaron cuando Don
Juan Carlos le espetó a Suárez una frase
demoledora:
"Tú estás aquí porque te ha puesto el pueblo con no sé
cuántos millones de votos... Yo estoy aquí porque me ha puesto la Historia, con
setecientos y pico años".
Y siguió:
"Uno de los dos sobra en este
país. Uno de los dos está de más. Y, como comprenderás, yo no pienso
abdicar".
La bronca y los gritos llegaron a tal extremo que el pastor
alemán del Rey se tiró contra Suárez y su dueño tuvo que
frenarlo. El presidente salió de allí y recordó la anécdota años después
señalando que por poco le mordió "los cojones".
El 27 de enero
Suárez comunicó al Rey en Zarzuela su dimisión. Ante el jefe de
la Casa del Rey, sin el menor gesto de cariño, Don Juan Carlos
le espetó: "Sabino, que éste se va".
Y la última tuvo
lugar el 24 de febrero, cuando Suárez quiso dar marcha atrás en
su dimisión tras el 23-F y acabaron lanzándose reproches mutuos.
"Tú
mismo alimentaste el dichoso malestar militar", le acusó el fallecido
expresidente, "esta situación la has provocado tú".
"¿Me estás
amenazando, so cabrón?", le contestó el Rey, que le acusó de que el golpe iba "a
ti, a tu política, a tu falta de política, a tu pésima gestión" y le remató así:
"Políticamente estás muerto".
No necesita más explicación. Añadiré que en el funesto funeral solo apareció un jefe de estado extranjero: el dictador Obiang y que el cardenal Rouco, vomitó en la homilía al retrógado, fascista y predicador barato de púlpitos que lleva dentro. A éste si que le ponía yo los dos ojos a la funerala.
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