jueves, 14 de febrero de 2013

De ceniza

    Las noticias que no son noticia desde hace más de 600 años, parece que son más noticia. Si el cambio inminente en la Sede Pontificia hubiera sido por óbito, estaríamos dentro de la normalidad, pero la renuncia ha sido un campanazo de la campana más grande y más gorda del Vaticano. Y de sopetón, sin previo aviso, como la muerte. Nadie había filtrado la noticia, ni la especulación, con la de cuervos que graznan allí adentro.
     El Papa actual no era de mi devoción, quizá un poco más al principio el anterior, pero este acto de renuncia lo eleva un escalón. Renunciar, dimitir, sigo opinando que es el mejor ejercicio democrático, aunque la Iglesia Católica, Apostólica y Romana no tenga el predicamento de la democracia entre sus valores, por mucho que predique, incluso desde el púlpito.
     Este Benet XVI llegó a la silla papal desde su anterior destino. En 1981 fue designado Inquisidor, o como se llama ahora para camuflar, Presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero aunque la mona se vista de seda, o de púrpura cardenalicia, la Inquisición es la Inquisición, y tiene una historia cargada de torturas, de hogueras, de muertes, de injusticias, que mejor no recordar.
     Si yo fuera cardenal, aceptaría cualquier cargo menos este, a mi no me nombran Inquisidor ni por la Gracia de Dios. Pero este teutón, con cara de diabolo, dijo si. No voy a entrar en pormenores de su papado, porque por muy nieto del sacristán de Pinoso que sea, no me compete. Solo diré que ha intentado meter la mano en el tema de la pederastia, y se ha escaldado.
     De todas formas, bien por la renuncia. Cuando me enteré me vino a la imagen los últimos años, los últimos meses de otro que extinguía su mandato con el último suspiro, Franco, y el patetismo se revivió en mi mente. ¡Que agonía para él y para los que deseábamos que acabara la dictadura! ¡Que penosa imagen entubado, rodeado de médicos intentando alargar una vida artificiosamente!
     Que sirva para ejemplo lo del Papa, para no prolongar agonías de mandatarios octogenarios, babeantes, sin reflejos y sin poder de decisión, al albur de quienes les rodean. No quiero ser cruel, pero S.M. debería tomar ejemplo y abdicar.
      El último acto litúrgico de Benedicto XVI ha sido la imposición de la ceniza. Para el domingo de Ramos ya tendremos al nuevo Papa, vestido de blanco a lomos de la burrita blanca. Durante estos cuarenta días, cuaresma, penitenciágite, días de ceniza.


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