domingo, 2 de marzo de 2014

Ahogados

     No vi el programa de Évole sobre el 23F. Entre semana veo poco la tele, o nada. No soporto la nocturnidad de los programas de interés (como el retirado que presentaba Carolina Sellés), ni los abusos de publicidad, ni que los horarios centrales (prime-time les llaman) los ocupen programas banales para ver quien baila mejor, o se chapuza en una piscina con más "arte".
    El día anterior a la emisión me enteré de que Jordi Évole iba a dar un programa sobre la "falsedad" del 23F. Perdió todo mi interés. Yo viví y presencié el toque de queda a las 21:00 en Alicante de aquel 23F. A esa hora, rebelándome, bajé a la calle y vi como Manolo Alcaraz Ramos, concejal de cultura en el Ayuntamiento de Alicante y conocido mío, en un utilitario de color rojo, parado en el semáforo de casa, llevaba en el maletero archivos comunistas con documentación comprometida y se afanaba en llegar a un paraje de Foncalent donde decía iba a ponerlos a buen recaudo. Escuché por la radio música militar y el bando de Milans del Bosch. Dije que no me iba a creer el programa de la sexta, y no lo vi. Me arrepiento.
    La comidilla del lunes fue sobre el programa y me sorprendió como la gente se pudo tragar la patraña. Pero yo no lo vi, y no puedo juzgar, aunque mi vehemencia me enerva al ver a tanta gente engañada.
    Mi reflexión va para la sexta y para Évole. Se ha saltado una convención, y le critico con dureza. No se puede, amparado en una fidelidad en aumento por el buen hacer de su programa Salvados, rememorar el programa radiofónico de Orson Wells del 30 de octubre de 1938, para demostrar que "no todo lo que dice la tele es verdad". Eso, señor Évole, lo hace usted en un programa especial, un 28 de diciembre, por ejemplo. En ese día, la convención nos permite alterar las sensaciones de realidad y tragamos bromas.
     Pero la convención nos dice que hay que circular por la derecha en las carreteras (excepción anglosajona), que los telediarios dicen noticias verídicas, que el secreto postal es inviolable (como el domicilio) y que hay que respetar el descanso de los vecinos. Y si conducimos por el carril contrario en una autopista, si un telediario entero lo editan con noticias falsas, entramos con alevosía a espiar mails y nos ponemos a tocar el bombo en la calle a las tres de la madrugada, incurrimos en delito.
     Lo que pasa es que no debe haber legislación para sancionar a las televisiones que, amparándose en programas serios (como lo es Salvados), metan gato por liebre. Para mi que en este caso se ha ahogado un poco el buen periodista que es Évole. 

2 comentarios:

  1. Qué bien escribe Vd. Nada de fáciles adulaciones. He llegado a estos textos por casualidad y los disfruto como buena y divertida literatura de costumbres.Ánimo para un texto más largo,si apetece claro.Enhorabuena.
    Trino García, lector ,desde Almoradí

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  2. Me alegra que disfrute de mi blogg. Estoy embarcado en proyectos teatrales que me absorben tiempo, que robo a mi otra afición, escribir. Pero no abandono. Paciencia. Un saludo desde Pinoso.

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