Soy la Santa Inquisición
concentrada
un poema frenético
la mesa de clavos de un
faquir
y una cadena
incandescente
cauterizando el síndrome
servetiano
de una sangre en doble
recorrido por un corazón
que destila almizcle e
icor
envuelto en mil granos de
arroz
de un Asia suturada por
heridas de guerra
de la misma guerra que
mantengo
con mi destino
y de la que vencerá el
cabrón.
Me araño la conciencia
dilapidando segundos
de un reloj que acabará
por detener
hasta la herencia
de la negra Parca.
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