martes, 13 de diciembre de 2011

Capullo (I)

    Su nombre era Antonio Vidal Torres y vivía en la calle del Reloj, en el último rellano de las escaleras antes de llegar a la puerta de la torre, de la cárcel antigua, es decir, al cruce con la calle de San Juan. Su apodo por el que era conocido por todo el pueblo era "Capullo". Enjuto, socarrón, amante de la banda de música a la que acompañaba siempre detrás del papelero, porque el fue músico en su juventud y directivo cuando abandonó el instrumento. Trabajó en la casa banca de don Gaspar y cuando cerró en la Bodega Cooperativa. Allí lo conocí más a fondo en la temporadas que estuve contratado de pesador de tractores en temporadas de vendimia.
    Su divertimento era gastar putadas a troche y moche. Era único inventando bromas, algunas pesadas, y por este motivo es recordado en Pinoso.
    Contaremos todas las que yo conozco por haberlas vivido u oído de su propia narración o de la de sus amigos y conocidos.
    Empezaré por una de las muchas que tiene con petardos y carretillas de por medio.
    En La Peña contrataron a un conserje que el pobre, un poco achacoso, tenía el defecto de quedarse durmuiendo a eso del mediodía. Se subía al piso de arriba y en aquellos sillones incómodos de madera, inclinaba uno apoyándolo solo con las patas traseras, y con la espalda en la pared, hacía una siesta del borrego.
    Llegaba "Capullo" y más socios cuando salían a la una del trabajo. Le preguntaba al barman: I el periòdic? No lo ha bajado el conserje, estará arriba. Subía buscando el ABC y se encontraba al señor durmiendo. Recollons, quines hores de dormir!, musitaba.
   El caso es que lo sorprendió de aquella guisa en más de una ocasión y se dijo: Este no torna a quedarse dormint a la una del migdia!
   Cogió el petardo final de una traca, con un hilo de alambre le dio unas unas vueltas e hizo un colgante. A la mecha le colocó un cigarro y al día siguiente, entró por la puerta trasera de la sociedad cultural, subió al primer piso, encendió el cigarro unido a la mecha del petardo y colgó el artefacto en el cruce de maderitas que tienen estos sillones para reforzar las patas. Salió a la calle y a la altura de la tienda de Paco el "Barato" se oyó el estruendo provocado por la explosión del petardo.
   El conserje pidió la baja voluntaria del trabajo al día siguiente.

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