Lanyaóooooo! iba voceando por las calles. En valencià se dice adobacossis, pero no iba el hombre a austar tanto utilizando el académico. La oooooo prolongada, con su vozarrón, era de las que acojonaba.
Las madres lo aprovechaban para asustarnos y que nos retiráramos antes del avemaría vespertina.
Y el hombretón, que vivía en la calle Honda, en una cueva, solo tenía una virtud, que el tiempo convirtió en defecto: le gustaba tanto el vino que si le quedaba medio litro en la botella después de cenar, tenía que levantarse para apurarlo. Su frase: no sé com podem dormir tranquils els llauradors amb la bodega plena, perquè jo tinc mig litre i he d'alçar-me a beureme'l si vull quedar-me dormint.
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