miércoles, 11 de abril de 2012

Loriana y el R.P.

     La tía "Loriana" era mi reabuela. Su nombre era Laureana, pero en Pinoso, ya se sabe, los nombres sufren un poco. Así "Milio" es Emilio, "Lois" es Luis, "Lauteria" es Eleuteria, "Estrilau" es Estanislao,...
     Mi reabuela era graciosa como ella sola, pesaba más de ciento veinte kilos, y derramaba frescura. Era hornera, en el horno de la calle del Horno (actual Maisonnave) y desde su atalaya soltaba siempre por la boca lo que pasaba por su ágil cerebro.
     Tenía la costumbre de recoger a todos los chavales del carrer del Forn y llevárselos al cine Colón. Les decía: Anem, al cine, que vos convide. Y cuando lllegaba, el portero contaba uno a uno la chiquillería: uno, dos, tres..., treinta y nueve. Y ella cerrando la fila.
     Trenta nou, Loriana, le decía el portero. Tindràs collons a cobrar-me. Si tens el cine plé i ja has guanyat prou, le respondía.
     Paga tu al "menos", en un intento baldío de sacarle algo de dinero. Y "Loriana" sentenciaba. Jo que tel's porte. Toca't els ous!. Y los cuarenta al cine de balde.
     En esto llegó la inauguración del Teatro Rosario Pino. Así le pusieron al obsoleto teatro de la actual calle Infanta Cristina, porque fue la artista malagueña la que vino a cantar una zarzuela el día del estreno.
     El empresario le dijo a mi reabuela: Loriana, tu sabes que yo te dejo entrar de gratis al cine y al teatro, pero para la inauguración no puedes venir. Está todo vendido, las butacas, las plateas, no queda una silla. Además la gente vendrá mudada, porque viene Rosario Pino y es un día especial. Lo de mudada se lo soltó porque ella iba siempre con el delantal de fornera. Mudarse para ella era ponerse un delantal limpio o girar en sucio dando vuelta para enseñar la parte trasera, menos expuesta.
     No te preocupes, estate tranquilo, le dijo Laureana. Y llegó el día del estreno a bombo y platillo. El teatro lleno, la gente con sus mejores galas. Se hace la hora de comenzar. La orquesta en el foso, sale el director a saludar, se vuelve al público y como en el oeste, se abre de golpe la puerta del teatro y aparece la tía "Loriana" con un delantal nuevo, como toquilla un mantón de manila y con una silla en la mano, enfila el pasillo hasta llegar justo delante del director, que absorto veía llegar aquella mole ante las risas de los espectadores.
     Se sienta justo delante de él y con educación le dice: Ya puede usted "emprencipiar".
   

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