lunes, 11 de abril de 2011

Leoncio

     En una obra de teatro se decía que todos los pueblos tienen su iglesia, sus gallinas y su tonto. Definición escueta y simplista, pero que viene al pelo para recordar a Leoncio, con esta anécdota que me contó mi abuela Julia. Tiene un punto de crueldad, pero como en los pueblos había poca cosa en qué entretenerse, para pasar una tarde se les ocurrió lo siguiente:
      Llamaron a Leoncio un grupo de ociosos en la plaza y el cabecilla le encargó que fuera a la herrería a que le hicieran una llave "así". Con los dedos índices separó una distancia de unos 20 centímetros. Leoncio tomó la medida y con los dedos por delante iba camino de la herrería.
      Otro paisano compinchado con la broma lo esperaba una calle más abajo y en la esquina se daba de bruces con él: -¿Dónde vas, Leoncio?
     - Ya m'has jodío la "mida". Y el pobre Leoncio volvía a la plaza, enfadado.
     - I la clau? le preguntaban entre risas.
     - Ché iba p'allá, m'han chocao y se m'ha desbaratao la "mida". ¿Cómo era?
     - Así. Y volvían a darle una medida al tun-tun, y se volvía a repetir la historia.
     Cada vez Leoncio se cabreaba más, porque nunca conseguía llegar a la herrería a encargar la llave. Siempre se cruzaba en su camino un "cafre" que le hacía desandar el camino.
     El "juego" duraba toda la tarde. Así eran nuestros antepasados de graciosos, ¡qué le vamos a hacer!

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