Primera premisa: yo estuve en la protesta contra la salvajada del perro quemado en Pinoso.
Segunda premisa: yo he estado en casi todas las protestas contra la violencia de género que se han hecho en Pinoso los primeros viernes de mes.
Dato incontestable: en ninguna contra la violencia de género se ha pasado de los/as treinta manifestantes y en la del perro se llegó a ciento cincuenta. Cinco veces más.
Cuando hice esta reflexión en voz alta días atrás me contestaron diciendo que lo de perro había pasado en Pinoso y lo otro... ¿No será necesario que haya una muerta en Pinoso para que la gente se conciencie?, pensé yo.
A ver, que lo del perro es infame, que el animal no puede defenderse, ni protestar. Pero no tiene parangón con más de sesenta víctimas anuales, con esta lacra que no cesa.
Y mi reflexión: cuando la sociedad pone la lupa para ver un problema y no es capaz de poner el gran angular para ver otros más sangrantes, algo funciona mal.
Espero poner mañana como comentario a esta entrada que la protesta mensual organizada por el colectivo de mujeres pinoseras contra el goteo incesante de muertas por violentos, ha superado todas las espectativas y como menos, se consiga la mitad de manifestantes que con lo del perro.
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