miércoles, 1 de junio de 2011

Analista político

     Como analista político soy un desastre. En todas las quinielas que hice mentalmente no acerté el resultado final de las Municipales. Ahora me explico por qué nunca me ha tocado la primitiva, ni los euromillones. Acertar el reparto de trece ediles entre cinco formaciones debe ser mucho más fácil que las combinaciones de cuarenta y nueve numeritos. Pero ni por esas.
     Como futurólogo tampoco valgo. En la entrada SALIDA decía que Lázaro mejoraría resultados, pero otra cosa era ganar. Y también me equivoqué. Ché un desastre.
     Me consuela que es mal de muchos el no acertar en esta ocasión. He tenido dos sorpresas en estas elecciones. La mayor es la caída del P.P. Tienen más de quinientos militantes. En estos últimos cuatro años se afiliaron doscientos nuevos. Y el cálculo era sencillo: quinientos y pico por dos (el afiliado y su pareja) dan más de los 1030 votos que han obtenido. Y no me cuadra, porque mucha gente no afiliada les habrá votado, digo yo, o sea, que faltan votos a porrillo. Hasta llegar a los 1900 de las autonómicas, hay novecientos de diferencia.
    En resumen, mucha gente con carné del P.P. en el bolsillo no les ha votado. ¿Y entonces para qué se han afilidado? ¿Por si acaso ganaban y podían esgrimir lo de: "Jo estic afiliat, eh? Que no se vos oblide."?
    Y es que una afiliación que no cuesta dinero, porque no pagan la cuota, no es una afiliación, es una pandorgà.
    Es como si me hacen gratuitamente socio del Compostela o de Greenpeace; pues me hago. Otra cosa es que yo vaya a Santiago a ver un partido de fútbol o me encadene a la puerta de la central de Cofrentes para protestar contra las nucleares.

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