Mi padre tenía un humor muy especial. Era una mezcla de humor socarrón, irónico, con toques de absurdo, pero con una vis cómica excelente. Era hijo de Quito, el "Sacristà" y nieto de la tía "Loriana", sus antecedentes hereditarios de esa gracia que a mi me gustaba tanto.
De él podría estar hablando y escribiendo horas y horas, pero en esta primera entrada sobre mi padre, relataré una de las anécdotas que a mi me hicieron más gracia de él.
Mi padre trabajada por la mañana en el Ayuntamiento y por la tarde en "l'Asens". Acababa su jornada en casa, en Teléfonos, atendiendo el cuadro telefónico, haciendo recibos...
Pues resulta que el el sindicato agrícola (l'Asens), trabajaban también Payá y Remedieta la de "l'estudiant". Se gestionaban las cotizaciones de los agricultores, los "puntos", se pagaba el "sello", y esto se hacía por la tarde cuando iba mi padre. Resultó que una orden de arriba abrió el horario para que los agricultores pudieran gestionar por la mañana, y Payá y Remedieta no se aclaraban con lo que había estado haciendo mi padre muchos años. Eran continuas las llamadas al Ayuntamiento: Quitet, vine! No había acabado de volver de allí, cuando otra llamada le solicitaba. Se pasaba la mañana del Ayuntamiento a l'Asens, menos mal que estaban a diez metros un edificio de otro.
Pues el secretario del Ayuntamiento, Andrés Rivadulla -ja parlarem d'ell- estaba localizando a mi padre para un asunto y no daba con él porque era una senda la que hacía tanto ir y venir. Una vez que llega al Ayuntamiento, le dice el secretario: Quito, van a salir unas plazas para el Ayuntamiento, si usted quiere presentarse..., lo digo porque a veces lo veo por aquí y he pensado que le puede interesar.
Mi padre no daba crédito a lo que decía el lorquino, él era funcionario de carrera desde que se casó y ese humor indirecto de Rivadulla no hacía mella en él. Como que no respondía, el secretario le pregunta: ¿Entonces, que va a hacer usted?
Y mi padre sacó en ese momento la vena de su humor tan especial y le soltó sin más, dejándolo boquiabierto: Verá, don Andrés, es que yo soy sietemesino.
La conversación acabó con una expresión típica murciana por parte del secretario: ¡Piiiiiiiijo!
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