Paco Roqueta tenía fama de calzar bien. Y no de zapato.
En un pueblo donde van a tocar una par de días, se hospedan en una pensión. Reparten las habitaciones y el sorteo hace que Paco Roqueta y el Chavarrí duerman en la misma, pero en una cama de matrimonio, no quedaba más habitaciones con dos camas separadas.
Cuando acaban de tocar, debido al calor que hacía y esperando a refrescarse por dentro y por fuera, deciden ir a tomar una copa antes de acostarse. Pero Paco, cansado del viaje, no tiene ganas y se marcha a la pensión a descansar.
Cuando al cabo de una hora el Chavarrí va a meterse en la cama, retira la sábana con la que estaba tapado Paco y ve un descomunal miembro que cruzaba la cama invadiendo el lugar donde el debía descansar. La frase es para la posteridad, por su gracia y su chispa (la dijo susurrando para no alterar al propietario de tamaña pija):
- Paco, aparta el cónsul, que vaig a gitar-me!
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