martes, 22 de mayo de 2012

Rafael Maestre

    Prometí dedicarle una entrada a Rafael Maestre y aquí está. Fue el director de Coturno, el grupo de teatro de Elda de hace unas décadas. Para mí, conocer a esta personalidad del mundo del teatro fue un placer y estar en una función dirigida por él, algo increíble.
     Era una autoridad en este mundo farandulero. Tenía entre sus amigos a los mejores actores y a las mejores actrices del teatro. El se ufanaba de entrar en el camerino de José Mª Rodero, sin tocar a la puerta, tal era el grado de amistad que tenía con el grandísimo actor. Y así era.
     De voz ronca y fuerte y con una nariz rota, tenía una imagen muy peculiar. Fumaba tabaco por un tubo, lo que agravaba más su voz. Cuando hablaba, sentenciaba. Recuerdo en los ensayos de Angelita, de Azorín, donde Joan Serrano hacía de director, aunque la batuta la llevaba él, diciendo cada dos por tres: "esto es una mierda". Dicho por él, aquello sonaba a tumba, aunque nos reíamos en la penumbra del escenario, por que aquel personaje con esa estampa y esa voz... Se cabreaba, se iba a la heladería Mira, a las espaldas del Teatro Principal de Monóvar donde ensayábamos, se tomaba un copazo de coñac, se fumaba medio paquete y volvía al ensayo, para volver a pronunciar la frase diez minutos más tarde: "esto es una mierda".
     Y en aquella mierda estaba ni más ni menos que los acotres alcoyanos Mario Silvestre y Jaume Bordera, de La Cazuela y Gloria Falcó haciendo de Angelita, excelente actriz monovera. Cuando se percataba de los exabruptos, intentaba corregir diciendo: "todo es una mierda, menos Mario, Jaume y Gloria". Y  a mí, me daba la risa.
     No entré nunca en su casa, pero decían que no se veían las paredes, todo era una estantería, con libros hasta en los pasillos.
     De Rafael Maestre corría una anécdota: dirigió alguna tragedia griega que se representaba en el Teatro Principal de Alicante, con escaso público en el patio de butacas. Rafael no había cortado ni un verso del texto y aquello era largo de solemnidad. Cuando se acercaba el descanso de la función, dicen que salió por la puerta de artistas y se colocó en la puerta de salida del teatro impidiendo la misma a los que habían tenido bastante. "Todavía queda un acto" decía con ronca voz, intentando no quedarse sin público en el final de la obra.
     Fue un lujo conocer a Rafael Maestre.

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