jueves, 12 de enero de 2012

Seis meses (I)

     Esta es una de las anécdotas que de tan graciosas, parece inventada, pero es tan real como su personaje y la circunstancia que la provocó.
     En Pinoso vive desde hace bastantes años un solitario conocido por "el legionario", que toma el apodo de su pasado militar y su aspecto externo nos lleva a esos soldados del tercio con barba, mayores, que vemos desfilar el día de las fuerzas armadas con los banderines y la cabra a ciento cuarenta pasos por minuto.
     Su solitaria vida le lleva a refugiarse en la compañía del alcohol y no es raro verlo dando algún bandazo por la calle, pero de natural pacífico no da escándalo ni se entromete en vidas ajenas.
     Quizá por entretenerse o por otras razones, hace unos años se puso a vendimiar en una cuadrilla y acabada la faena cobró sus emolumentos. Se vió ese viernes con una buena cantidad de dinero extra y cogió una kurda de las de no te menees. Regresó a su casa bien entrada la madrugada del sábado y se echó a dormir.
     Coincidió que ese fin de semana de octubre la Junta Central de Hermandades de Pinoso organizaba el encuentro anual de Cofradías y Hermandades de la provincia de Alicante. Como en las semanas santas cada uno está en la de su pueblo organizando procesiones, pregones y actos variados, no tienen otra ocasión para verse que en estos encuentros, donde organizan ponencias, actos litúrgicos y los anfitriones obsequian a los invitados con alguna peculiaridad de la semana santa local: bien una procesión, bien un desfile de los romanos como se hizo aquí.
     Que los visitantes vieran el "remolinet" y el "caragol", era una ocasión que la pintaron calva en este encuentro, y así se organizó. Después de misa de doce, en la plaza del Ayuntamiento, una soleada mañana de octubre la gente se agolpaba para ver el remolinet extraordinario.
    Y aquí entra de nuevo nuestro "legionario", que se despertó treinta horas después de haberse echado a la cama y se encaminaba al restaurante Alfonso a tomar un café para paliar los efectos de la resaca. Subiendo por el bulevar, ve a una cantidad de gente, mamás con sus carritos de bebés, familias enteras que van a concentrarse en la plaza, porque aquello empieza de inmediato.
     Y llegado a la esquina del butano, el legionario no puede pasar porque la barrera humana es tupida e impide el paso franco a la plaza. Se queda en tercera fila, perplejo por la situación. A su lado estaba Antonio "el Pata", que de reojo miraba al recién llegado ante su extrañeza por aquella anómala situación.
     El legionario no entendía nada, ¿qué era aquella aglomeración? Si en el centro de la plaza no pasaba nada, por qué tanta gente mirando a la fuente. En eso suena el cornetín de órdenes y la banda de cornetas y tambores arranca la marcha. Sale por la esquina de la calle San Pedro el banderín, la banda, el estandarte, las romanas, el capitán y los romanos de lanza. Nuestro héroe está a punto de síncope, no da crédito y hace un esfuerzo titánico por situarse: estoy en la plaza del Ayuntamiento y los romanos están haciendo el "remolinet", la gente mira y aplaude. Cuando se demuestra que no es un sueño lo que está viviendo, que es verdad, que él está allí y ha venido a tomarse un café para mitigar el dolor de cabeza, se dirige a Antonio "el Pata" y le dice: "Antoñín, he cogido la bufa más grande de mi vida. Me acosté en la vendimia y me he despertado en Semana Santa".
     Creyó haber dormido seis meses de tirón, ni más ni menos.

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