miércoles, 4 de mayo de 2011

El cura Felipe

     En Pinoso hubo un sacerdote llamado Felipe, a finales del XIX o principios de XX. Era de Monóvar y el destino le llevó a morir aquí, en el ejercicio de su ministerio. Hubo de ser traladado a Monóvar para enterrarlo en el panteón familiar, no sin antes efectuarle las exequias del rito católico.
     Salió en una carroza funeraria conducida por un cochero, pero era crudo invierno, el tiempo se cerró y cayó una nevada que borró todos los caminos, dejando el llano del Mañá como una inmensa alfombra blanca.
     La carroza con el féretro conteniendo los restos mortales del cura Felipe, el tiro de caballos y el cochero rodaron por los suelos tres veces. No se adivinaba el camino y tropezaron con las cunetas hasta en tres ocasiones.
     El pobre cochero hubo de recomponer el transporte fúnebre sólo. Poner en pie la carroza, enganchar los equinos, subir el ataúd con el cura Felipe dentro, en un viaje no a la eternidad, sino eterno.
     Llegó a Monóvar entrada la noche y el pueblo que esperaba para el entierro hubo de esperar hasta el día siguiente. Las bajas temperaturas ayudaron a que el cuerpo insepulto del cura Felipe no sufriera más alteraciones que las propias de los tres vuelcos.

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