viernes, 2 de marzo de 2012

Quinientos millones

     Eran quinientos millones de jinetes cabalgando al alba
     con jirones de colores apastelados
     y llegando algunos al cruce de un camino cenagoso
     y dejando sus grupas al poniente
     enfilaron los rayos del sol en sus cabezas
     y nunca desmayaron en su aguerrido intento
     de llegar al nacimiento de la luz
     de conocer los secretos del fanal incandescente
     de experimentar sensaciones
     de una proximidad incidente en el punto
     donde las rosas irisan a blanco
     donde los deseos se acrisolan
     y se pueden guardar en tarros de esencia
     para arrinconar para siempre la desidia
     para suspirar por el futuro próximo
     y volver de un viaje sin tiempo ni espacio
     y descansar para siempre en el quicio
     con los ojos cegados por lo mundano
     y las sensaciones de haber experimentado
     lo intangible, el deseo en su estado puro.

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