martes, 1 de noviembre de 2011

Muertos

     En Pinoso se podría acuñar la frase: eres más complicado que el panteón de los Ochoa.
     Y es que enterrar en un panteón de rancio abolengo es de lo más complicado, en este tipo de enterramiento burgués se han llegado a pelear familias y todo, no te digo más. Cuando un patriarca familiar manda edificar un panteón para que su estirpe no pase desapercibida en la visita anual de Todos los Santos, no calcula bien las consecuencias. El/la hipotético/a patriarca, tiene unos descendientes, a los que corresponde una serie de nichos en el panteón, estos a su vez tienen descendientes que ya tocan a menos. Unos tienen más familia y les sobran de momento, otros/as más prolíficos/as les va faltando sitio. Todo se complica más si muere un descendiente prematuramente (es decir, antes de los sesenta) y entonces sus hijos/as y sus nietos/as forman parte antes de hora del caudal hereditario y todo viene a complicarse más.
      Enterrar en nicho viene a parecerse a un enterramiento proletario. Aquí todo se reduce porque la propiedad es única y normalmente los/as hijos/as, suelen dejar descansar en paz al finado/a. Aunque se dan casos de enterrar junta a la pareja y si la economía de la familia es deficiente, todavía le hacen un hueco a un descendiente, pero el problema es mínimo comparado con el de un panteón.
     Y es que el problema de una inhumación hay que solucionarlo en horas, porque apremia la gestión. Y hay quien se lo deja todo atado y bien atado, como aquel que hasta puso su foto en vida en el panteón, pero hay quien no, y hay a quien la muerte le sobreviene de sopetón, fruto de un accidente. Y los que se quedan, aparte de la congoja y la pena, tienen que arreglar el problema. Las funerarias ponen mucho de su parte a un precio rentable, porque en esos momentos nadie está para regatear.
     Enterrar en un columbario es más esquemático. Solo cabe una urna funeraria y no hay para más. Menos problema. La lápida es más pequeña y el coste se reduce, aunque el crematorio vale lo suyo.
     Lo más moderno y sencillo es esparcir las cenizas, aunque en algún caso puntual como la marisma próxima a la ermita del Rocío, acumule cenizas para un sembrao y el abandono de las urnas en la arena, ofrezca un espectáculo impropio de una parque natural, orgullo de Andalucía y del mundo entero.
    Dejamos la entrada con Bécquer, que para este menester es muy recurrido. Un trocito de su rima:
             
           De un reloj se oía
           Compasado el péndulo
           Y de algunos cirios
           El chisporroteo.
           Tan medroso y triste,
           Tan oscuro y yerto
           Todo se encontraba
           Que pensé un momento:
           “¡Dios mío, qué solos
            Se quedan los muertos!”

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